EL HERMANO MENOR DE FRANCISCO Y “LO ESENCIAL” DE ‘EL PRINCIPITO’

Fray Jesús Garza Montemayor, Ofm. [1] Quizá no parezca común intentar relacionar dos conceptos que expresan elementos tan distintos y relac...

Fray Jesús Garza Montemayor, Ofm.[1]

Quizá no parezca común intentar relacionar dos conceptos que expresan elementos tan distintos y relacionados entre si como son el ideal de San Francisco de Asís respecto del hermano menor y el sentido que adquiere lo esencial en El Principito casi al final de la narración. Al margen del tiempo y espacio en la cual se expresan ambos sentidos, la reflexión es un intento por identificar la huella que se presentan entre ambos cuando se recurre a hurgar en el contenido e interioridad de las personas como parte de su ser y quehacer relacional.

El presente artículo es producto de la intuición de dos conceptos que me parecieron fundamentales en diversas circunstancias de mi vida. Lo esencial en El Principito como parte de la reflexión universitaria que alimentaba la esperanza de un clásico de la comunicación ante tiempos turbios y desencantados;  el hermano menor en el inicio de la experiencia como religioso franciscano redescubriendo la riqueza del discurso de Francisco de Asís respecto del reconocimiento sobre sus hermanos. Ambos oxigenaron la esperanza en la dignidad y misión de todo hombre llamado a celebrar su existencia y la de sus semejantes.

Busca entreverar algo que es fundamental en la época contemporánea y es trascender el reconocimiento y aceptación intrínseco que representan las personas como fundamentalmente valioso y que se unifica en la concretos que la vida le plantea al hombre de nuestro tiempo. No tiene pretensión histórica, pero si de expresar la importancia en ambos conceptos. Entre el reconocimiento del hermano menor en Francisco de Asís y el descubrimiento de lo esencial en El Principito se encuentran similitudes que bien justifican una reflexión de esta naturaleza.

  1. FRANCISCO DE ASÍS Y EL HERMANO MENOR

 La vida de Francisco de Asís pasa por la categoría del encuentro. Su relación con Dios, la naturaleza y los hombres es particularmente interesante. En la dimensión que le permitió pasar de una persona que busco el reconocimiento a otra en la cual la vida le inspiro momentos de encuentro todo empezó a asombrarle. Este proceso empieza a caracterizar su vida. José Antonio Merino, filosofo franciscano de la época contemporánea describirá esta forma de relación en su libro Visión franciscana de la vida cotidiana como la recurrencia de encuentros afectantes en el poverello[2]. Los ejemplos saltan a la vista: San Damián, el leproso, su padre, la creación, los estigmas, la regla, etc. Ello marcó la cosmovisión de Francisco respecto de la vida en toda su dimensión y proporcionó categorías para la reflexión filosófica y teológica. Al plantear vivir el Evangelio como parte de la forma de vida y regla franciscana expresa el encuentro para con el hermano redescubriendo su riqueza interior.

Para Francisco el hermano menor es la fraternidad misma, es decir, son todos los hermanos. No es una sola persona. No existe en el pensamiento del poverello aquel hermano que lo tenga todo. Descubre en cada hermano la riqueza que en el contiene y le proporciona el sentido que merece. Francisco logro celebrar al hermano en el libro de Espejo de Perfección reconociendo en su contenido como: “la fe del hermano Bernardo, la sencillez de León, la cortesía de Ángel, la conversación de Maseo, la contemplación de Gil, la oración de Rufino, la paciencia de Junípero, la fortaleza corporal y espiritual de Juan de Lodi, la caridad del hermano Rogelio, la solicitud de Lúcido” (EP 85).

No cabe duda alguna que ante esta afirmación esperanzadora y concreta de Francisco de Asís respecto de sus hermanos exprese elementos que fortalecen y vivifiquen la vida espiritual. Sin embargo, toda expresión espiritual tiene correlato y expresión antropológica que pasa por el sentido sacramental que le inspiró su relación con los hermanos. Ello le proporciona una visión diferente de participar propositivamente respecto de sus hermanos. Y si bien se planteó Francisco el ideal del hermano menor en cuanto condiciones y virtudes que deberían tener, lo cierto es que existía en el poverello ideas claras respecto de sus hermanos. El referente concreto e inmediato en la cual se fundamentaba el hermano era reconocer la santidad concreta de sus vidas. En este espíritu indudablemente quien tenga una virtud o cualidad es porque haya sido adquirida por el esfuerzo y la dinámica de otras. Así, la caridad de Rogelio no puede interpretarse sin el acompañamiento de la oración, o bien, la contemplación de Gil sin la fe, o la caridad de Rogelio, sin la paciencia. Lo anterior se lo plantea Daniel Elcid quien señala que: “proponiéndome relevar lo específico, tendré que descubrir en cada uno lo común: la pobreza, el espíritu de oración, la libertad libérrima, la alegría y la sencillez”[3].

Siendo el Evangelio la intuición grande de su vida y el comienzo de la regla franciscana bien se puede asegurar en Francisco la percepción del sustento evangélico que explica la hagiografía en la cual se nos narra este hecho. De esta manera el hermano menor en Francisco incorpora el sentido integrativo e interrelacionado en la cual se insertan las condiciones y virtudes propias de los hermanos reconocidos en sus personas y expresa el sentido relacional que proporcionan los hermanos en la fraternidad[4].

  1. EL PRINCIPITO Y “LO ESENCIAL”

Como parte del contexto de lo esencial, la narración de El Principito fue escrito por Antoine de Saint-Exupéry en 1944. En su persona encontramos que busca trascender lo que representa el interior de la persona. Dedicada a León Werth, su gran amigo, ambos experimentan la diferencia generacional que fue acicate para la comunión fraternal. Mientras que Werth habría de pasar el umbral de los veinte años, Exupéry no había nacido aún. Clásico de la comunicación interpersonal, fue considerado por Merino como una de las producciones literarias fundamentales del siglo XX[5].

Lo central de la narración en El Principito parte del elemento de la comunicación que integra a la existencia o evidencia de los sentidos que atrofiamos por las condiciones y circunstancias que suceden en la vida. El dibujo primario de El Principito (dibújame un borrego) nos habla de dibujar, pero no pintar, ver, pero no observar, escuchar, pero no interactuar, caminar, pero no correr. El simbolismo expresivo y la ingenuidad manifiesta se convertirán en caminos para comprender la propuesta central de la narración. El secreto del zorro es grande, inimaginable ante la dulzura e inocencia con la cual se presenta el Principito. De allí el crear lazos con el zorro y ser domesticado es plantear el inicio interpersonal de unión y conocimiento. El sentido salvífico surge del zorro quien al enseñar al Principito: “solo se ve con el corazón; lo esencial es invisible para los ojos”[6].

Busca más allá de simplemente relacionarse. Es así que trascender lo que observamos con la mirada es lograr experimentar la comunión entre los hombres. Es observar profundamente la interioridad en un proceso de comunicación. La mirada, además de ser el espejo del alma, es toda una expresión antropológica que lleva a la comunión de las personas. José Antonio Merino describirá este sentido de la siguiente manera: “La mirada por ser un elemento radicalmente antropológico, se ha convertido en un medio extraordinariamente de experiencia, de comunicación y de comprensión. A través de la mirada nos comunicamos las conciencias y los sentimientos al mismo tiempo que habitamos las cosas y los seres mirados”[7].

Indudablemente que en este sentido mirar representa el encuentro entre las personas. Es parte de la comunicación que habla por si misma. Se presenta como el reto para que el Principito hable de esta verdad e identifique la condición deteriorada de su experiencia con las personas mayores y contemplar esperando la esperanza[8]. En ello el zorro es fundamental y le trasmite que existe la lucha por incorporar en el hombre su total condición antropológica a partir de lo esencial. Y ello se logra ejercitando y trascendiendo la mirada que rescata lo fundamental de las personas, Es así como el principito logra aprehender el secreto de la amistad. Le indica que existe una gran fuerza interior que es salvadora y trascendente.  El rescate es claro. El Principito ha descubierto la gran verdad de la persona y con ello marca la potencial posibilidad de transformar al hombre en su dimensión relacional.

  1. CONVERGENCIAS ENTRE EL “HERMANO MENOR” Y “LO ESENCIAL”

La historia no esta en balde. Juega especial importancia en la configuración de los hechos históricos. De aquí que estas convergencias requieran de tener presente al elemento histórico como fundamental. Sin embargo, los conceptos de hermano menor y lo esencial son extraídos de personas concretas que apostaron el desarrollo de sus vidas en sentido propositivo. Expresaron su experiencia histórica como parte del proceso personal que acompañó sus vidas. Esta convergencia es válida cuando se identifica que ha sido preñada por la historia buscando con ello su expresión en los hombres en más de un sentido.

De esta manera el espíritu del concepto de hermano menor en Francisco de Asís se desarrolla a principios del siglo XIII. Tenemos conocimiento de ello por la hagiografía en los Escritos de San Francisco; lo esencial en El Principito se expresa a mediados del siglo XX. Es decir, hay toda una dinámica que implica procesos históricos en la cual se expresa el reconocimiento y redescubrimiento en la valía y dignidad del hombre. Los ejemplos están a la vista: el encuentro de la persona con labor política que libera y no coacciona, la ética como parteaguas en la dignidad del hombre, la configuración antropológica del concepto de persona, el reconocimiento respecto del papel de la mujer en nuestra sociedad, etc.

En ambos conceptos se presenta una lucha y el contexto en la cual surge es fundamental. Mientras que en lo esencial de El Principito se enfrentaba ante lo intransigente y decepcionante de la guerra, el hermano menor lo encontramos en el logro de una minoría que ante las herejías y el proceso de Evangelismo que vivió su época se identificó en la comunión por vivir el Evangelio de Jesucristo.

El hermano menor para Francisco de Asís es el reconocimiento de nombres y condiciones que acompañan a la persona. Es decir, Francisco llama por nombres, cualidades, y valores concretos. No disgrega su relación y es directo para reconocerlas. Es ofrecimiento a enriquecer a una comunidad que ha sido fundada a partir del Evangelio y con propósitos relacionales. Indudablemente que entre personas se hace la riqueza; en lo esencial vislumbramos genialmente el sentido de crear lazos entre el Principito y el zorro. Después de este encuentro, nada será igual; lo esencial se convierte en sacramento, mismo que será propuesta en el desarrollo del concepto: “Si, -le dije al Principito-; ya sea que se trate de la casa, de las estrellas o del desierto, lo que los hace hermosas es algo invisible[9].

En el hermano menor y lo esencial esta el encuentro que apasiona en dimensiones distintas. El reconocimiento concreto y relacional de los valores y cualidades del hermano menor pasa por la expresión de un conocimiento y por consecuencia de una expresión antropológica que integrándose en lo sacramental de la experiencia de sus vidas le proporciona sentido; en lo esencial de El Principito se descubre el encuentro con un conocimiento inmanente que se propone para proyectarse en el otro. Forma parte de un descubrimiento que se presenta como regalo y que es trasmitido a partir de un encuentro.

En ambos identificamos el sustento que alimenta la fuerza de estructuras que están por derribarse. En la herencia de Francisco el hermano menor participa de aquella relación eclesial de una “iglesia que esta por derrumbarse” (2Cel 10); indudablemente deseo por renovar a la persona en su relación personal, sacramental y eclesial; en el contexto de lo esencial y su intervención literaria se plantea una nueva relación filial entre las personas mayores y el Principito; el trasfondo de este desencuentro con sus interlocutores enfrenta la reconstrucción de la dignidad humana como bálsamo curativo ante las concepciones erróneas sobre el trato y maltrato respecto de lo significativo que en si mismo representa ser persona. Se trata de reconstruir una relación asimétrica y encontrarse con lo relacional. De esta manera lo esencial deviene de la necesidad de expresar más que relaciones morales, el inicio del proceso de responsabilidad sobre las relaciones interpersonales que estamos tejiendo.

Indudablemente que el dibujo primario en dibújame un borrego[10] expresa aquella relación y similitud alegre e inocente respecto de la alegría de los hermanos de Francisco al traducir la fraternidad en contenidos concretos (cf. 1Cel 38). Se desvela el sentido y la misión concreta por el cual la persona esta llamado a participar en este mundo. El sentido de ambos encuentros ofrece reflexionar y expresar el sentido propositivo de la persona ante el abrazo alegre, responsable y concreto ante una humanidad hambrienta de comunión.

Sin duda alguna el parangón entre el hermano menor de Francisco y lo esencial en El Principito es amplio. Como herencia, estructura y forma el hermano menor esta inscrito en la concretez de la Orden de Frailes Menores que busca abrazar al mundo en el Reino de Dios y lo que ello representa. Es posible que lo esencial en El Principito represente para el común de las personas una obra más: sin embargo, su herencia ha permitido la renovación de los valores éticos y filosóficos en la alegría y el deber de expresar condiciones y virtudes en la persona. Desde esta perspectiva cabe señalar que la narración de El Principito fue considerada por Martín Heidegger como uno de los grandes libros existencialistas del siglo XX[11].

CONCLUSIÓN

El espacio que se abre para ambos conceptos reafirma espiritualidades y cosmovisiones que no se agotarían en el presente artículo. Si se planteara encontrar una síntesis entre ambos conceptos diríamos son punto de partida y de llegada que revitalizan al humanismo filosófico y teológico propio de la persona a partir de dimensiones distintas, orientados a expresar los concretos de la vida abrazando toda la humanidad. Ambos están delineados desde esta visión por caminos diferentes. Se expresa la verdad en el ser y quehacer de la persona misma buscando con ello lo propositivo que ejercen sus conceptos. Es el reconocimiento en Francisco y el descubrimiento de lo esencial, fuerza interior del hombre. Ambos conceptos han reconocido a la persona íntegramente. Es el encuentro con la experiencia a través de la razón, la inteligencia, la libertad, los sentimientos, la voluntad, categorías eminentemente antropológicas y trascendentales que se inscriben en lo más íntimo del hermano menor y el descubrimiento potencial de lo esencial en El Principito.

En un mundo donde predominan la formas o apariencias producto de las orientaciones contemporáneas caracterizados por el hedonismo, individualismo y consumismo de nuestro tiempo y sus implicaciones socioeconómicas, políticas, religiosas, culturales en la persona se hace necesaria la integración de conceptos trascendentales que impliquen a la persona. Es parte de su actividad en torno a laS relaciones interpersonales e intrapersonales que los implica. Ante ello se hace particularmente fundamental preguntarse ¿que pensar y hacer cuando la gran parte de la nuestra sociedad tiene carencia de una realidad histórica y antropológica que no le permite reconocerse a sí mismo, reconocer al otro, re-descubrirse como esencial e identificarlo en los otros? ¿Qué hacer ante ello?

Indudablemente es cuando hay que recurrir al sentido clásico de la herencia que se nos ofrece históricamente y se actualiza en la persona contemporánea. En ello el hermano menor en Francisco y lo esencial en El Principito tienen mucho que ofrecernos: redescubrirnos y redescubrir contenidos y expresiones respecto de la valía personal y social ante la riqueza intrínseca de virtudes, valores, capacidades, habilidades que incidan en los concretos cotidianos de nuestras vidas. La realidad se impone y los ejemplos pueden ser innumerables en la experiencia de la cotidianidad en nuestras vidas: cuando en familia y/o comunidad hemos negado el contenido de los hermanos(as), cuando sin traducir la realidad en polémica se ha negado al trabajador y obrero sus contenidos concretos minimizándolo en muchas dimensiones, cuando se ha negado al religioso, sacerdote o hermano seglar que ofreciendo su palabra y trabajo desinteresado simplemente pasa desapercibido, cuando el político(a) de recta intención plantea en la ley justa  y acción comunitaria incidir en  estilos de vida y elementos estresantes en la sociedad que desamparan a la persona y solo aportan desconfianza, cuando rechazamos interiormente la riqueza interior que significa la vida de espíritu por la cual transformamos nuestras vidas y es base para la pacificación del hombre, cuando ninguneamos a los desamparados que han sido marginados antropológica y económicamente desfigurando el sentido respecto de ellos, cuando negamos el buen sentido que adquieren las estructuras económica-productivas impulsando el correcto desarrollo del país, cuando tan fácilmente asociamos estilos de vida a elementos alienantes que maniatan la identidad propia y relacional de la persona. El trasfondo de estos ejemplos concretos de la vida cotidiana busca fortalecer la relectura de la riqueza del hermano menor y lo esencial. Ello contiene grandes posibilidades en el asidero de las transformaciones inmanentes,  trascendentes y relacionales en la vida y las personas de nuestra sociedad.

En la búsqueda compleja y esperanzadora del hombre contemporáneo y postmoderno se plantea resolver gran parte de los problemas interpersonales, existenciales y espirituales que limitan las posibilidades de acción de la persona.  Por ello trascender en la libertad, inteligencia, razón, sentimientos y voluntad en plasmar el valor del hermano menor y lo esencial en El Principito con todas las implicaciones antropológicas y sacramentales que ella conlleva será el milagro contemporáneo de nuestra sociedad.

EL HERMANO MENOR DE FRANCISCO Y “LO ESENCIAL” DE EL PRINCIPITO


[1]     Escrito por Fr. Jesús Garza Montemayor, siendo estudiante del tercer año de teología (2008) en el Instituto Franciscano de Teología / Convento Franciscano Nuestra Señora del Refugio, San Pedro Garza García, N.L. México.

[2]     J. A. Merino, Visión franciscana de la vida cotidiana, México 1992.

[3]     D. Elcid, Compañeros primitivos de San Francisco, Madrid 1993, p. 20.

[4]     Daniel Elcid realiza una obra interesante respecto de la comunidad primitiva que acompañó a Francisco de Asís partiendo del reconocimiento que realiza el pobrecillo del elemento intrínseco, concreto y relacional del hermano menor. Cf. Ibid.

[5]     J. A. Merino llega a esta conclusión en torno al libro escrito por E. R. Sosa,  El Principito y su revolución psicológica, México 1983.

[6]     A. De Saint-Exupéry, El Principito, México  p. 73.

[7]     J. A. Merino, Visión franciscana de la vida cotidiana, p. 74.

[8]     A. De Saint-Exupéry, El Principito, p. 18.

[9]     A. De Saint-Exupéry, El Principito, p. 75.

[10]   A. De Saint-Exupéry, El Principito, p.19.

[11]   Ibid, p. 13.

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